martes, junio 20, 2006

Sostenedores, sostenidos...

Diario Electrónico El Mostrador, www.elmostrador.cl del 20/06/2006 registró el siguiente comentario de Roberto Molina Viveros
¿Sostenedores o sostenidos?
En Chile, los Sostenedores aparecen en el siglo XIX, como paliativo a la eterna carencia de recursos del Estado para entregar educación a todos. En esa época de pensamiento Ilustrado, se comprendía que el Estado debía ser el educador social y se establecieron las bases del sistema escolar chileno que llegó a ser, entre 1920 y 1970 uno de los mejores de América Latina.
Desde aproximadamente 1850 y hasta 1989, el digno título de "Sostenedor de Establecimiento Educacional" significaba exactamente eso: un particular o una Sociedad sin fines de lucro que gastaban dinero para "sostener" un colegio. Ya sea por motivos filantrópicos (acaudaladas familias latifundistas o de empresarios mineras que regalaban educación a los "niños pobres", que eran pobres justamente por la explotación a la que eran sometidos sus padres por los mismos latifundistas o empresarios mineros), o por intereses ideológicos (iglesias que querían "expandir la fe" o "dar formación moral", grupos políticos y otros), colaboraban con la función educacional del Estado, sosteniendo a su costa, colegios y escuelas.
Ante esta situación y, teniendo claro que la función educacional era deber del Estado, recibían una subvención, es decir, una ayuda estatal para cubrir parte de lo que costaba sostener la institución educativa.
Así, el sostenedor de establecimiento educacional, aportaba fondos al sistema educacional y recibía, a cambio, la posibilidad de tener influencia ideológica en los niños que formaba. Incluso esa influencia era relativa ya que, para obtener el Reconocimiento de Cooperador de la Función Educacional del Estado debía ceñirse absolutamente a los Planes y Métodos establecidos por el Ministerio de Educación, quien lo controlaba a través de Inspectores de Educación.
Desde la instauración de la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza) en dictadura, esta situación cambió. El sostenedor pasó a ser sostenido por su o sus colegios. No sólo no aporta dinero al sistema escolar, sino que saca dinero de él ya sea como ganancia directa (utilidades) o autonombrándose Director o, cuando no tiene título pedagógico, Gerente del colegio y asignándose sueldos millonarios por esa tarea, con lo que esos dineros pasan a ser "gastos operacionales" del colegio. (También se usa nombrar a toda la familia y amigos en cargos financiados con la subvención estatal).
Otras fuentes de lucro para estos comerciantes de la educación son:
• Captación de los fondos que el Mineduc entrega para construcción de infraestructura o para adquisición de equipamiento escolar, los que incrementan directamente su capital.
• Venta obligatoria a su mercado cautivo (Alumnos y Apoderados) de Uniformes, artículos escolares con logo, poleras, buzos de gimnasia, Libretas de Comunicaciones, alimentos, servicios de transportes, etc.
• Captación de los aportes de sus Centros de Apoderados y Centros de Alumnos, los que trabajan gratis para aportar computadores, equipos audiovisuales, materiales didácticos, laboratorios, reparación de infraestructura, etc, gastos que deberían ser de cargo del sostenedor.
Nacen así grandes comerciantes de la educación, con riquezas enormes como las logradas por los antiguos propietarios de la empresa HC Libertadores, o personajes como doña Filomena Narváez, que llegó a ser propietaria de una Universidad.
Lo irónico es que aún existen sostenedores en Chile, es decir, personas e instituciones que efectivamente sostienen a su costa establecimientos educacionales, y que son confundidos con los comerciantes o sostenidos.
Fundaciones como Belén Educa, Corporaciones religiosas protestantes y algunas católicas, gastan más de lo que reciben como subvención en sus colegios, aportando recursos para lograr una mejor educación de sus alumnos, rol social digno de reconocimiento.
Una de las principales reformas a la LOCE debería ser el establecer la definición de sostenedor como la persona jurídica que financia, a su costa, un establecimiento educacional, ayudado o subvencionado por el Estado hasta en un 70%. Esto expulsaría a los mercaderes del Templo de la Educación y subsistirían sólo aquellas fundaciones que, efectivamente, aportan a sus niños y a la tarea del Estado.

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