sábado, enero 20, 2007

Pedro Velasquez: lo qué pasó en Qué Pasa...

La insólita historia del señor de Coquimbo
Partió de la nada y se convirtió en uno de los alcaldes más votados de Chile. En 14 años transformó a "la hermana pobre" de La Serena en un hito turístico plagado de monumentos, como una cruz gigante y una mezquita. Pero el fallo en su contra por fraude al Fisco cortó de golpe la historia de un caudillo que dice haber tenido línea directa con El Vaticano y el Rey de Marruecos, que se peleó con la Iglesia local y al que hoy sus detractores le preparan al menos dos nuevos juicios. Él dice que aún no ha caído.
Por Sebastián Minay
"¡¡Va-mos, va-mos Pedritooo, que este juiciooo, lo vamos a ganaaar!!" Gritos que imitan a las barras bravas, rabiosas señoras agitando pancartas con su foto, otras increpando a punta de groserías a la prensa y hasta una que cae desmayada de la emoción y el calor. Eso fue lo último que vio Pedro Antonio Velásquez Seguel (42) el pasado 27 de diciembre al entrar a la sala del Tribunal Oral de La Serena, de donde salió como culpable de fraude al Fisco tras un bullado juicio que determinó que el 2003 defraudó al municipio de Coquimbo, tras convencerlo de comprar un terreno en $150 millones más de lo que estaba tasado.
Aunque el caso puede costarle hasta tres años de presidio remitido, también le quitó lo que más quería: la alcaldía que ocupó durante 14 años como un caudillo orgulloso de haber liberado a esa ciudad del estigma de ser la hermana pobre de La Serena, pero cuyo polémico estilo sigue desatando pasiones populares.
Hoy, mientras se suma a la lista de políticos que surgieron desde abajo y que cayeron estrepitosamente, Velásquez se las arregla para sobrevivir al desenlace de la increíble historia que comenzó en una panadería, y que más tarde lo llevó a levantar la millonaria Cruz del Tercer Milenio y una mezquita con ayuda marroquí. Pero que ahora lo tiene a las puertas de al menos otros dos juicios y sin poder terminar sus ambiciosos proyectos, como una gran sinagoga, réplicas de la Gran Muralla China, del Big Ben, de la Puerta de Alcalá y de un molino holandés.
Presidente sin carné
A comienzos de los '80, Pedro Velásquez no era nadie. Ni en política ni en los polvorientos cerros de Coquimbo, donde llegó desde Ovalle. Mientras estudiaba trabajaba en un minimarket donde amasaba pan y empanadas, y después como empaquetador y cuidador de autos. Más tarde se tituló de contador en el Instituto Superior de Comercio (Insuco).
A mediados de los '80 ingresó a la DC, aunque entonces trabajaba en la Ferretería Henríquez, cuyos dueños eran de derecha. Ahí se impuso -dice- la regla de no hablar de política ni de religión en el trabajo, lo que años después le ayudaría en la alcaldía para tejer redes con todos los sectores políticos.
El plebiscito del '88 fue una jornada inolvidable para él, no tanto porque le tocó ser vocal de mesa y lo eligieron presidente de la misma, sino porque había perdido su carné de identidad. "Defendí todos los votos y no dije que lo había olvidado hasta el último minuto. No voté no más", dice.
Luego ganó otra elección, cuando lo convencieron de que se presentara a presidente de la Junta de Vecinos N° 25 "Ánima del Quisco". El moreno y pequeño dirigente vecinal se hizo conocido produciendo eventos y gestionando la pavimentación de calles, período en el que ex autoridades de la época lo recuerdan como "muy impulsivo".
Nunca estuvo en los planes de nadie que Velásquez fuera alcalde. Cuando postuló, sus compañeros de lista impugnaron su candidatura cuando se dieron cuenta de que tenía doble militancia: aparecía inscrito en el Partido Humanista. Resuelto el problema, ni Pizarro ni la DC regional lo daban por electo: esperaban que saliera concejal, porque el candidato "privilegiado" era Víctor Salgado. Pedro Velásquez salió el más votado, y se convirtió en alcalde. A los 26 años, y contra todo pronóstico, había dejado de ser nadie.
Una "vieja gorda" y un pirata
Con un concejo comunal en mayoría de 4 a 2, Velásquez se empecinó en pavimentar y multiplicar las redes de agua potable y luz eléctrica, adelantos que sus fanáticos defienden sin concesiones. Era popular pero avasallador. En la zona aún recuerdan cuando el gobernador de la época y hoy concejal PS, Carlos Yusta, llegó al sector de El Canelo a enfrentar a una turba de pobladores que se estaba tomando unos terrenos, capitaneados nada menos que por el flamante alcalde, quien accedió a retirarse tras un breve diálogo con la autoridad.
También se menciona otro episodio casi olvidado: el caso de adulteración de unas boletas a rendir en el que fueron acusados algunos concejales en 1993, y del que -dicen- el alcalde habría sabido.
Eso no le impidió ser reelecto en 1996: con su 61,80% arrastró a cuatro concejales de la Concertación y la derecha apenas eligió a uno. Velásquez no se detuvo y comenzó a planificar nuevos proyectos, mientras sus colaboradores notaban que "andaba a mil por hora; el que andaba a cien sencillamente se quedaba atrás" y que jamás "aceptaba que le pusieran obstáculos".
Entonces comenzaron sus choques con la hoy senadora UDI Evelyn Matthei, quien impulsó el juicio contra el ex alcalde. Durante las Fiestas Patrias de 1997, año de campaña parlamentaria, la entonces diputada fue golpeada por lo que describió como "una vieja gorda" cuando repartía pelotitas infantiles con su logo, en el popular recinto de La Pampilla. Velásquez contestó que él había prohibido actos de campaña ese fin de semana.
Mientras, el alcalde se embarcó en obras que lo lanzaron a la fama y a la polémica. La primera fue el Paseo de Corsarios y Piratas, con un monumento a Sir Francis Drake, noble inglés famoso por intentar saquear Coquimbo en 1578 y por esconder un mítico tesoro. Apenas se anunció la inauguración de la obra frente a la playa de La Herradura, en junio de 1998, el Consejo de Monumentos Nacionales amenazó con una querella a través del Consejo de Defensa del Estado por no haberles pedido autorización y por usar cerca de $40 millones de fondos públicos.
Velásquez postergó la inauguración de la obra para enero del año siguiente, claro que rebautizada como "Paseo de los Navegantes", y con una estatua que ya no llevaba ni espada, ni catalejo.
Superado el escollo, se lanzó en pos de su obra maestra. Muchos creyeron que estaba loco cuando habló de levantar lo que hoy es la Cruz del Tercer Milenio, una colosal mole de concreto de 83 metros de alto y a casi 200 sobre el nivel del mar. Y menos le creyeron que era capaz de conseguir gestiones en el mismísimo Vaticano. Lo hizo, pero al costo de trizar gravemente sus relaciones con la Iglesia en su zona, y abriendo un flanco para que ahora lo cuestionen por cómo se recibieron los en su momento célebres aportes de la Santa Sede que sirvieron para financiar un proyecto de más de dos mil millones de pesos.
Entre cruces y mezquitas
Para cuando se anunció el proyecto de la gigantesca cruz, Velásquez gobernaba sin contrapesos y ya era famoso por sus ideas tan excéntricas como los personajes de esa historia. Comenzando por Ramón Javier Bravo Ardiles, un ex seminarista que hoy figura como director del monumento y a quien Velásquez describe como "una especie de cabro genio que ingresó por sus méritos a la Universidad Gregoriana" de Roma.
Casi todos en Coquimbo conocen a Bravo -un sujeto robusto, moreno y de tinte colorado en el rostro- como el nexo entre Velásquez y el Vaticano. Por intermedio suyo el alcalde hizo buenas migas con el cardenal Jorge Medina, a su vez dueño de privilegiados contactos con el hoy fallecido Papa Juan Pablo II y con su sucesor, Benedicto XVI. Bravo llegó a reunirse más de veinte veces con el difunto Pontífice y le gestionó a Velásquez -según éste- cinco audiencias privadas con él, las que en su momento se tradujeron en sonoros anuncios de que el Papa donaría 10 mil dólares para la obra.
Los incrédulos se quedaron de una pieza cuando la Santa Sede donó también una réplica del piscatorio (anillo que simboliza el poder papal) de Juan Pablo II, más otras joyas regaladas por Joseph Ratzinger en sus tiempos de cardenal, e incluso crucifijos pectorales usados por el obispo Francisco José Cox y el ex nuncio Aldo Cavalli. El anillo desaparecería en un insólito robo a comienzos del año pasado.
Pero el arzobispo de La Serena, Manuel Donoso, jamás fue consultado. Un conflicto que rebrotó el año pasado con el juicio contra Velásquez, y que hizo que el prelado admitiera que se sintió "bypasseado". "A él se le informaba lo que se hacía. La alcaldía no pertenece a ninguna religión", dice hoy el ex alcalde.
El choque tomó otros ribetes cuando se supo que Bravo -quien se presentaba como seminarista- en realidad nunca había terminado sus estudios. Velásquez culpa de ello a Donoso: "Él le mandó una nota al superior de Bravo, indicándole que quien ingrese al seminario debe contar con la venia de su arzobispo".
Bravo partió a estudiar Teología a Roma, conservando su cargo en el monumento, lo que después lo convirtió en un nuevo blanco al descubrirse planillas en las que figuraba recibiendo más de $4 millones al mes, en circunstancias que su sueldo era de $1,9 millones. Desde entonces, el arzobispo Donoso ha cuestionado duramente la obra. "Ahí hay cuestiones de vestidos solemnes, una cantidad enorme de dinero invertida y nunca ha existido una cuenta", dijo al diario El Día en junio pasado.
El prelado también criticó otro de los proyectos estrella de Velásquez: la monumental mezquita que se construyó en el cerro Villa Dominante. El ex alcalde ha contado una y otra vez que la idea se le ocurrió en un viaje a Marruecos el 2001, donde logró que la embajada chilena en ese país lo ayudara a convencer al rey Mohamed IV, quien colocó casi la mitad del financiamiento. Las críticas se le fueron encima en una ciudad donde los católicos son mayoría, por una obra que costó US$2,5 millones.
Pero a Velásquez le da lo mismo: "Si al pastor no le gusta la mezquita, ¡problema de él que no le guste! Soy católico y mariano, creo en la Virgen. Pero sí tengo una libertad, y tengo en mi formación elementos judíos, musulmanes, protestantes y con otros elementos".
"No voy a caer"
Velásquez se las arregló hasta el final para seguir como si nada pasara, confiado en su arrastre: el 2004 fue reelecto con el 75,52%. Pero cuando el juicio comenzó a andar, las críticas de sus cercanos y en su propio partido se multiplicaron. Y lo que antes muchos valoraban como un estilo emprendedor y conciliador -en Coquimbo hay una calle llamada Jorge Medina y otra Gladys Marín-, otros lo vieron como un clientelismo sin contrapesos.
Muchas veces se le criticó que tejía redes siguiendo la vieja escuela de cooptar a sus adversarios, como cuando les dio trabajo en la municipalidad a dos alcaldes RN que perdieron su reelección el 2004: Alberto Gallardo (Ovalle) y Gary Valenzuela (Río Hurtado). "Ellos dos son amigos míos y siempre me ayudaron para ser presidente de los alcaldes y concejales", dice.
Inmune a las críticas, con el correr de los meses Velásquez se fue cerrando en sí mismo. Algunos recordaban el ímpetu que mostraba el 2003, cuando anunciaba sin parar proyectos como las Plazas Culturales, que incluían réplicas de la Gran Muralla China, del Big Ben, de la Puerta de Alcalá y de hasta un molino holandés. Pero también muchos notaron una de las grandes flaquezas del carismático edil. "Así como no tiene filtro para eso, no tiene filtro para nada", comenta uno de sus cercanos en alusión a las consecuencias del juicio.
Su carácter fue cambiando bruscamente a medida que avanzaba la investigación en su contra -que lo obligó a renunciar a la DC antes que lo expulsaran-, y cambió su equipo de abogados al menos dos veces. Y si en su momento sorprendió fichando al conocido Raúl Tavolari -considerado uno de los padres de la Reforma Procesal Penal-, poco después muchos se preguntaron por qué el jurista dejó su defensa. Velásquez no sólo hacía caso omiso a las recomendaciones de su equipo, sino que los hacía participar en su "propia" defensa, como cuando hizo instalar cerca del tribunal un escenario con parlantes y animadores que lo alentaban, al que el propio Tavolari debió subir alguna vez.
"Lo que antes era una virtud ahora jugaba en su contra", resume un conocido suyo. Los llamativos proyectos abrieron una brecha para que sus adversarios pregunten cómo se financiaron más de 40 viajes que hizo durante su período a diversos países. Y su locuacidad lo terminó arrinconando en el mismo juicio, cuando se le preguntó si conocía a Aurora Salamanca, la corredora a la que le vendió el terreno que terminó condenándolo por fraude al Fisco. En vez de contestar "sí" o "no", el jefe comunal se enredó en contar una alambicada historia, mientras Tavolari se tomaba la cabeza a dos manos.
Insólitamente, él mismo lo reconoce: "Cuando hablo, yo mismo me jodo". Asume que sus abogados le decían "quédese tranquilo, no hable, esas son sólo estrategias", pero replica que "una cosa es estrategia, y otra es mentir. ¿Cómo iba a decir que no conocía a la Aurora?"
Para cuando el tribunal falló, Velásquez ya llevaba tres días seguidos ignorando los consejos legales. Se paraba en una camioneta estacionada fuera del tribunal rodeado por sus fanáticos seguidores, autodenominados "velasquistas", algunos de los cuales "hasta tienen la foto de Pedrito en sus casas", comenta un concejal que lo compara con los ya caídos Jorge "Choro" Soria (Iquique) y Hernán Pinto (Valparaíso). Allí las emprendía contra Evelyn Matthei -a quien trataba de "payasa mayor"-, a la prensa y hasta al fiscal del caso, Sergio Vásquez.
Hoy sigue refugiado en una fe en la que sostiene irreductibles conclusiones:
"Creo inmensamente en Dios, no hay una cosa que no haga que no sea en el nombre de él, y eso me permite tener mucha fortaleza y fe. El Evangelio dice que no hay que tenderle la mano al que está bien, sino al que está caído.
-¿En esta pasada no se la han dado?
"Yo no he querido, porque todavía no estoy caído, y no voy a caer".
(Fuente: http://www.latercera.cl/medio/articulo/0,0,38039290_101111578_245573545,00.html del 06/07/2007)

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