domingo, noviembre 23, 2008

Los prejuicios...

CUENTO 1: Aceptación

En el pueblo donde vivía el gran Maestro Zen Haukin, una joven quedó embarazada. Su padre la presionó para que revelara el nombre de su amante y al final, para escapar del castigo, la joven dijo que era el maestro Hakuin.

El padre no dijo nada más, pero cuando nació el niño se los llevó a Hakuin, se lo arrojó y le dijo: " Parece que éste es tu hijo", agregando toda clase de insultos.

El Maestro Zen sólo dijo: Oh!, ¿es así? y tomo el bebé en sus brazos. A partir de este momento, a donde quiera que iba, llevaba el bebé consigo, envuelto en la manga de su túnica. En noches de lluvia y tormenta iba a mendigar leche en las casas vecinas. Muchos de sus discípulos, considerándole un hombre acabado, se volvieron en contra suya y los abandonaron.

Hakuin no dijo ni una sola palabra.

Mientras tanto, la madre sintió que no podía tolerar la agonía de estar separada de su hijo. Confesó entonces el nombre del verdadero padre y el padre de la joven corrió a ver a Hakuin y se postró ante él rogándole que le perdonara.

Hakuin sólo dijo Ah! ¿es así? y le devolvió el niño.

Esto es aceptación. Todo lo que la vida trae está bien, absolutamente bien, esta es la cualidad del espejo; nada es bueno, nada es malo, todo es divino. Acepta la vida tal como es. Aceptándola los deseos desaparecen, las tensiones, el descontento desaparecen. Aceptándolas, uno empieza a sentirse alegre sin razón alguna. Cuando la alegría tiene una razón, no dura mucho. Cuando la alegría no tiene razón alguna, dura para siempre.

Cuento 2: Ni buena ni mala suerte

En una aldea había un anciano muy pobre, pero hasta los reyes envidiaban porque poseía un hermoso caballo blanco.

Los reyes le ofrecieron cantidades fabulosas por el caballo pero el hombre decía:"Para mí, él no es un caballo, es una persona. ¿Y cómo se puede vender a una persona, a un amigo?". Era un hombre pobre pero nunca vendió su caballo.

Una mañana descubrió que el caballo ya no estaba en el establo. Todo el pueblo se reunió diciendo:"Viejo estúpido. Sabíamos que algún día le robarían su caballo. Hubiera sido mejor que lo vendieras. ¡Qué desgracia!".

-"No vayais tan lejos"-dijo el viejo-"Simplemente decid que el caballo no estaba en el establo. Este es el hecho, todo lo demás es vuestro juicio. Si es una desgracia o una suerte, yo no lo sé, porque esto apenas es un fragmento. ¿Quién sabe lo que va a suceder mañana?".

La gente se rió del viejo. Ellos siempre habían sabido que estaba un poco loco. Pero después de 15 días, una noche el caballo regresó. No había sido robado, se había escapado. Y no solo eso sino que trajo consigo una docena de caballos salvajes.

De nuevo se reunió la gente diciendo: "Tenías razón, viejo. No fue una desgracia sino una verdadera suerte."

-"De nuevo estais yendo demasiado lejos" -dijo el viejo- Decid solo que el caballo ha vuelto... ¿quien sabe si es una suerte o no? Es sólo un fragmento. Estais leyendo apenas una palabra en una oración. ¿Cómo podeis juzgar el libro entero?".

Esta vez la gente no pudo decir mucho más, pero por dentro sabían que estaba equivocado. Habían llegado doce caballos hermosos...

El viejo tenía un hijo que comenzó a entrenar a los caballos. Una semana más tarde se cayó de un caballo y se rompió las dos piernas. La gente vovió a reunirse y a juzgar: "De nuevo tuviste razón-dijeron-. Era una desgracia. Tu único hijo ha perdido el uso de sus piernas y a tu edad el era tu único sostén. Ahora estás más pobre que nunca.

-"Estais obsesionados con juzgar" -dijo el viejo. "No vayais tan lejos,sólo decid que mi hijo se ha roto las dos piernas. Nadie sabe si es una desgracia o una fortuna. La vida viene en fragmentos y nunca se nos da más que esto.

Sucedió que pocas semanas después el pais entró en guerra y todos los jóvenes del pueblo eran llevados por la fuerza al ejército. Sólo se salvó el hijo del viejo porque estaba lisiado. El pueblo entero lloraba y se quejaba porque era una guerra perdida de antemano y sabían que la mayoría de los jóvenens no volverían.

-"Tenías razón viejo era una fortuna. Aunque tullido, tu hijo aún está contigo. Los nuestros se han ido para siempre".

-"Seguís juzgando- dijo el viejo. Nadie sabe. Sólo decid que vuestros hijos han sido obligados a unirse al ejército y que mi hijo no ha sido obligado. Solo Dios sabe si es una desgracia o una suerte que así suceda".

No juzgues o jamas serás uno con el todo. Te quedarás obsesionado con fragmentos, sacarás conclusiones de pequeñas cosas. Una vez que juzgas, has dejado de crecer.
Fuente: www.atinachile.cl

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