jueves, junio 07, 2007

Creatividad virtual y la burocracia...

La creatividad digital ante la burocracia
Nuestras instituciones se osifican y atrincheran en el mundo de donde surgieron y que ya sólo existe en las mentes atrofiadas de sus burócratas. Y es así como en la galaxia digital en la que vivimos la creatividad y el poder entran en colisión.
Manuel Castells
Hace poco, he disfrutado de una fascinante conversación científico-intelectual. Nos reunimos en Sevilla a puerta cerrada un pequeño grupo integrado por personas de la neurociencia (Antonio Damasio y Hanna Damasio), el diseño (William Mitchell), el desarrollo local y regional (Peter Hall), la comunicación (Manuel Castells), la cultura libre digital (Larry Lessig) y la creación musical transformada en política de la cultura (Gilberto Gil). El propósito era entender, desde distintas perspectivas, cómo se transforman (o no) la creatividad y la innovación en el entorno digital que caracteriza a la sociedad.
No es una cuestión baladí. La creatividad está en el origen de la innovación y la innovación es una fuente esencial de la riqueza en la economía del conocimiento. No llegamos a conclusiones. No era ése el objetivo. Pretendíamos, simplemente, iniciar una reflexión que abarcase desde cómo el cerebro crea hasta cómo esa creación se convierte en innovación comercial o social.
No puedo hacer un resumen del seminario. Si le interesa, encontrará la grabación en la página web de Fundación Telefónica. Sí puedo compartir mi propia visión del tema. Uno que tiene verdadera trascendencia para la cultura, la economía y las instituciones que regulan la cultura y los derechos de propiedad intelectual.
Sabemos que la creatividad -producir algo nuevo- y su derivada la innovación -añadir valor a un producto o un proceso mediante la aplicación de una creación- constituyen un proceso de activación mental dependiente de la estructura y la dinámica del cerebro. Pero ese proceso se desarrolla en interacción con un contexto cultural e institucional y en determinados tiempos y espacios. El proceso de creación mediante la activación del cerebro se hace social a partir de la exteriorización de la creación más allá de la frontera biológica del individuo.
Ese cruce al territorio social es la comunicación. El que ella sea consciente es el rasgo distintivo de nuestra especie y, por consiguiente, las formas que adopta afectan tanto a su contenido como a sus efectos. Existen distintas formas de cultura y de innovación a partir de la cultura según las tecnologías de comunicación que se usen.
Lo distintivo de nuestra sociedad es que la comunicación decisiva es la digital, caracterizada por una serie de rasgos llenos de significación. Podemos mezclar, combinar y comunicar cualquier producto cultural con otros sobre la base de un lenguaje común, el digital. A través de Internet y la comunicación móvil podemos comunicar interactivamente de lo local a lo global y de lo global a lo local. La comunicación es multimodal, visual, textual, auditiva y también presencial: vivimos en la virtualidad real. Podemos reconfigurar de forma ilimitada todos los contenidos así como sus programas de relación. Podemos tener acceso a innumerables bases de datos digitalizadas que son un hipertexto en el que está contenida, en evolución constante, la inmensa mayoría de los resultados de creación de la humanidad.
En la medida en que las redes de comunicación de los contenidos culturales se relacionan unas con otras, se constituye una mente colectiva mediante una red formada por miles o millones de cerebros. El resultado es que la creatividad, aun originada individualmente, es un proceso colectivo e interactivo: son redes de creadores más que creadores en red.
Ejemplos concretos de este proceso son fenómenos como la colaboración artística en red virtual; las redes cooperativas de programación en software libre, como Linux; la creación musical y de imágenes a partir de la recombinación de productos existentes a lo que se añade la contribución propia; las enciclopedias cooperativas, como Wikipedia; la inmensa variedad de proyectos wikis; la creación de formas, relaciones y proyectos en ese mundo virtual-real en el que se ha convertido el juego virtual Second Life, donde viven más de cuatro millones; el despliegue de creatividad en los 100 millones de videos que se ven cada día en YouTube y con los que interactúan más de 20 millones de personas; las ideas, poemas, experiencias y debates que se intercambian en los 70 millones de blogs; y desde luego las colaboraciones de científicos investigando en línea o de estudiantes haciendo sus deberes con sus amigos por Internet o SMS.
En ese nuevo universo comunicacional, la alta cultura, la cultura popular y mi cultura se entremezclan en sus expresiones y audiencias. La práctica simultánea de múltiples tareas se convierte en norma de vida para las nuevas generaciones. Y el cerebro necesita aguzar sus capacidades de atención y, sobre todo, de selección y de edición para transformar el océano de señales en contenidos útiles para lo que de verdad queremos hacer. Pasamos del estado vegetativo de mirar la televisión a la hiperexcitación interactiva del entorno digital en el que vivimos.
Naturalmente, el régimen tradicional de derechos de propiedad intelectual se hace impracticable. Los intentos desesperados de las grandes empresas y las sociedades intermediarias de gestión por mantener el monopolio de la cultura se oponen al desarrollo autónomo de una creatividad basada en la libertad de usar lo que otros han hecho para recombinarlo y devolverlo a la comunidad de creadores a través de la red. Pero hay algo mucho más grave.
Al etiquetar como piratas a los millones de jóvenes que en todo el mundo se intercambian la música y las imágenes que han cargado en sus memorias electrónicas convierten en delincuentes a buena parte de toda una generación.
En realidad, apenas pueden castigar a unos pocos, porque contra un movimiento espontáneo de esta dimensión poco puede hacer la represión. Pero el daño mental, como señalaron Lessig y Damasio en nuestro diálogo, es mucho mayor.
El crecer y ser joven en una sociedad que los señala como criminales por hacer algo que se necesita y que parece normal y justificado, ensancha aún más el foso entre nuestras instituciones y nuestra juventud, o sea, entre nuestro presente y nuestro futuro.
Parece inevitable la transformación del modelo de negocio de las industrias culturales, las industrias más importantes de este tiempo (más significativas económicamente que el automóvil), mediante una adaptación a las nuevas condiciones de gestión de la propiedad intelectual en consonancia con la creatividad, madre de la innovación, que es a su vez la madre del cordero económico.
La innovación depende cada vez más de la capacidad de relacionarse con ese universo digital en donde están los productos de la creación y su intercambio constante. A veces para crear productos o inventar procesos que desemboquen en un proyecto empresarial en el propio mundo digital, como los creadores de Google o de MySpace o de YouTube o de Second Life, o de los miles de proyectos innovadores grandes o pequeños que pueblan la red, algunos de ellos, como Bamboo, generados en Barcelona. En muchos otros casos, para utilizar el estímulo constante de una red en ebullición para pensar nuevas formas de hacer viejas cosas o viejas formas de hacer nuevos productos, como se documenta en el libro “Pensat a Barcelona”, que acaba de publicar Barcelona Activa.
En medio de esta efervescencia, el cerebro (origen de lo que hacemos y sentimos) evoluciona mediante una nueva relación con su entorno, los creadores experimentan con nuevas formas de expresar sus sueños, los innovadores encarnan los sueños en su práctica emprendedora y la comunicación digital alimenta y configura toda esta erupción multiforme de vida.
Pero nuestras instituciones, formas cristalizadas de intereses creados, se osifican y atrincheran en el mundo de donde surgieron y que ya sólo existe en las mentes atrofiadas de sus burócratas. Y es así como en la galaxia digital en la que vivimos la creatividad y el poder entran en colisión. Aunque Gilberto Gil, mutante bicéfalo de creador y ministro, nos convenció de que tal vez otro mundo sea posible.

Fuente: www.lanacion.cl (07/06/07)
LA VANGUARDIA, DERECHOS EXCLUSIVOS PARA LA NACIÓN

PisosBuscadorBajar ManualesAnunciosLibros Ciencia